La educación humanística es fundamental para mantener una democracia saludable y formar ciudadanos íntegros. Así lo advertía el Premio Nobel Rabindranath Tagore en 1918, señalando cómo el ser humano moral cedía espacio al ser puramente comercial, proceso que continúa y se intensifica en la actualidad.

La tendencia de eliminar las asignaturas humanísticas de los programas universitarios representa un grave riesgo. Materias como filosofía, literatura, historia, arte y música son esenciales para desarrollar pensamiento crítico y empatía. Sin embargo, estas disciplinas son frecuentemente marginadas por no generar beneficios económicos inmediatos.

Esta visión limitada de la educación produce ciudadanos con menor capacidad de reflexión y empatía, lo que debilita los fundamentos democráticos. Una sociedad que carece de estas cualidades tiende a aumentar la estigmatización y la marginalidad, agravando sus problemas en lugar de resolverlos.

La experiencia personal demuestra el valor de una educación integral. En la Universidad de La Habana, por ejemplo, los primeros años de la carrera de Derecho incluían materias como Pedagogía, Historia de las religiones, Filosofía e Historia Universal, formando profesionales con una visión más amplia del mundo.

Las nuevas generaciones necesitan exposure a las humanidades desde temprana edad. La lectura de obras literarias, el contacto con la naturaleza y el arte, y la comprensión de la historia son fundamentales para desarrollar ciudadanos completos y conscientes.

Es imperativo reconocer que sin humanidades no puede existir una verdadera democracia. Los países que descuidan estas disciplinas corren el riesgo de crear sociedades donde el valor comercial supera al valor humano, tal como advertía Tagore: "Al hacer uso de las posesiones materiales, el hombre debe tener cuidado de protegerse ante la tiranía de ellas."

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