El genio de la lámpara que convirtió un deseo en un destino inesperado
El genio que me salió era muy grande, estaba incómodo en una vieja lamparita de gas donde lo habían dejado prisionero.
Linterna antigua brillando en mesa
Buscando unos hierros en medio de un apagón en casa de mis viejos, sin querer tropecé y froté la lamparita. Hubo una tremenda explosión, un humo neblinoso lo ocupó todo y apareció aquel moreno con aretes.
Pensé que era un ladrón y casi le entro a palos, hasta que su profunda voz me habló: "¿Puedes explicarme con detalles cómo quieres ser? Para hablar rápido, soy un genio y tienes tres deseos que te concederé en un santiamén".
De inmediato respondí: "Millonario, siempre joven y vivir en el extranjero".
Hubo otra nebulosa explosión y el moreno desapareció. Y ahora soy pelotero.
Yo que creía que nunca más iba a dar un golpe, ni mover un dedo. No me gusta el frío ni la nieve, aunque viajo mucho y gano buen dinero. Ese frío con teriquitos no es para mí.
Era malo como fanático, nunca jugué ni canicas, ni me gustan las cachuchas. Lo peor es tener que correr semanas de entrenamiento, calentamiento y pasar toda una temporada dando carreras.
Se ve que el genio estaba molesto. Tal vez yo sería artista y millonario, pero no, soy pelotero. En esta vida uno siempre termina fajado, aunque sea al puño.
Juego pelota el año entero, aquí y en seis ligas en el extranjero. Eso sí, soy enemigo de todas las lámparas de gas. Más nunca compro gas aunque se vaya la luz, pero ahora soy pelotero.