Los Dodgers conquistan la gloria y se coronan campeones de la Serie Mundial
Toda mi vida he sido azul, no por ideología sino por una conexión profunda con este color. El azul ha estado presente en las paredes de mi cuarto, en mi ropa, en mis caligrafías y hasta en el vivero de peces que construí en el patio de mi casa.
Mi relación con el béisbol y el color azul tiene una historia particular. En Cuba, apoyaba al equipo de la capital con su uniforme color mar. Al llegar a República Dominicana, el destino me llevó al Campo Las Palmas en Guerra, donde encontré mi nuevo equipo azul, los Dodgers.
Durante cuatro años inolvidables, mi pasión por este equipo creció. Si en Cuba llevaba a mi hijo a los juegos, aquí en Santo Domingo, él me lleva junto a mi nieto mayor. Aunque mi hijo no llegó a ser atleta, heredó mi fanatismo por el equipo.
Hoy celebro que mi equipo acaba de ganar otra Serie Mundial. Han sido años de emociones intensas, de ver generaciones de jugadores defender ese uniforme azul con orgullo. Ver a estos jóvenes vencer a los mejores del mundo me llena de satisfacción.
Como escribí en mi poema "Azul" de 1975:
Azul era el cielo, la pintura de aquel cuarto. Mis sueños se enlazaban en las calles. Gemía por llegar a sus misterios para luego vacilar ante las flores. Las piedras se unían a mis pasos y se prendían como agujas por el cuerpo. Todo era azul entonces.
Aunque nunca fui deportista, mi amor por los Dodgers y el color azul define gran parte de quien soy. No sé si volveré a verlos ganar otra Serie Mundial, pero estoy seguro de que seguirán luchando con determinación por lograrlo.