Hace 35 años, durante el Round Robin de 1990, se vivió un momento memorable en el béisbol dominicano. Este torneo, el primero pactado a 36 juegos, contó con la participación de Licey, Escogido, Águilas y Estrellas.

Los Tigres del Licey, bajo el mando de Kevin Kennedy, comenzaron dominando el torneo con cinco victorias consecutivas. En su sexto juego contra los Leones, Pupo Brito conectó un triple crucial que empató el partido. Tras anotar por un error, Brito celebró de manera ostentosa, exhibiendo sus músculos en un gesto que, aunque emocionó a sus seguidores, resultaría contraproducente.

Felipe Alou, dirigente del equipo contrario, aprovechó magistralmente este momento para motivar a sus jugadores. Utilizó el gesto de Brito como catalizador para despertar el orgullo de su equipo, lo que provocó un cambio radical en el desarrollo del torneo.

A partir de ese momento, la suerte cambió dramáticamente. Las Águilas terminaron ganando el Round Robin, mientras Tigres y Leones se disputaron el segundo puesto en un partido decisivo que favoreció a los Rojos. El Licey, que había comenzado 5-0, solo pudo ganar tres juegos más y perdió diez, mientras el Escogido logró un récord de 8-5 en el mismo período. Finalmente, el Escogido se coronó campeón al vencer a las Águilas en la serie final.

Esta historia, revelada posteriormente por Felipe Alou en una entrevista, ejemplifica la verdadera esencia del liderazgo deportivo: la capacidad de motivar, unificar al equipo y generar confianza mutua, destacando los valores colectivos por encima de las individualidades. Esta habilidad resulta más valiosa que las decisiones tácticas durante el juego, especialmente en un deporte tan complejo como el béisbol.

Related Articles

Previous Articles